ESTE CIENTÍFICO MIDE CÓMO LOS ANIMALES ‘PREDICEN LOS TERREMOTOS’

Martin Wikelski es una persona que persigue los terremotos. En octubre pasado, cuando un sismo de 6.1 grados de intensidad devastó la ciudad italiana de Visso, Wikelski estaba cenando con su esposa, Uschi Müller, en la ciudad alemana de Konstanz, a más de 900 kilómetros de distancia. Cuando recibió la noticia, dejó el tenedor y la copa de vino, tomó las llaves y se metió a su Volkswagen. Junto con su cónyuge, manejó 12 horas a través de los Alpes.

Wikelski, de 51 años, no es un sismólogo ni un héroe. Es experto en migración del Instituto Max Planck de Ornitología de Alemania, es decir un rastreador de animales y estudia si cambios bruscos en el comportamiento animal, como la migración en manada, pueden predecir eventos sísmicos, entre otros fenómenos naturales.

En Visso, eso significaba grabar con sensores cualquier criatura que pudiera encontrar y ver si los animales anticipaban las réplicas. Un granjero cuya propiedad resultó golpeada gravemente permitió a Wikelski instalar sensores en vacas, ovejas, perros, pollos, pavos, y un conejo.

Días después, los sensores detectaron una “aceleración dinámica del cuerpo”, lo que significa que los animales gastaron mucho más energía de lo habitual hasta 14 horas antes de que las réplicas golpearan, en momentos en que normalmente habrían estado dormidos o dóciles.

El investigador está afinando un estudio, que saldrá a finales de este año en la revista Science, que explora las causas y los efectos de los movimientos de los organismos y el mundo que los rodea. Grandes datos recogidos de los animales pueden “hacer cosas absolutamente locas”, dice Wikelski.

Su proyecto Icarus es una base de datos en línea de código abierto diseñado para seguir a los animales alrededor del mundo a través de dispositivos de rastreo que transmitirán sus ubicaciones a un satélite cuyo lanzamiento está programado para octubre. Con la ayuda de voluntarios, el experto, espera reunir miles de datos para finales del próximo año.

“Es algo así como un nuevo SMS global con animales como unidades autónomas”, dice sobre Ícaro, siglas en inglés de Cooperación Internacional para la Investigación Animal usando el Espacio. “La gente lo ha llamado internet de alas”.

Los intentos por documentar cómo los animales identifican eventos antes que la gente data desde la antigüedad pero típicamente con poco rigor científico. Wikelski documentó a los elefantes indonesios que se trasladaron a un terreno seguro antes del tsunami de devastó el país en 2004, y monitoreó cabras y ovejas en el Monte Etna de Italia para presagiar mejor las erupciones volcánicas de 2012 a 2014.

Para Icarus, la mayoría del etiquetado de los animales es realizado por voluntarios locales. “La gente viene de todo el mundo; recibimos solicitudes de Níger, Malí”, señala. “Dicen, ‘creemos que estas aves construyeron un nido en un nivel por encima de donde ocurrirá una inundación. Denos algunos sensores, queremos averiguarlo”. Su esposa Uschi Müller, quien también es profesora de los Institutos Max Planck, es quien hace los malabares con la logística y las finanzas.

Las agencias espaciales de Alemania y Rusia han dado a Wikelski cinco miembros para el personal de su proyecto, un pequeño ejército de unos 50 estudiantes de posgrado provenientes de 37 países así como 13 millones de dólares para construir y lanzar su satélite, el cual fue diseñado por un ingeniero aeroespacial de Princeton. El difunto profesor George Swenson Jr., quien desarrolló los faros radioeléctricos de la NASA para competir con el satélite ruso Sputnik en los años 50, aconsejó a Wikelski sobre el etiquetado por radio.

“Las implicaciones para la navegación, para los seres humanos, son enormes”, dice el candidato doctoral de la Universidad de Deakin, Antoine Dujon, quien estudia cómo las tortugas marinas usan el campo magnético de la Tierra para mapear el regreso a su lugar de nacimiento. Navinder Singh, ecologista de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas, dice que Icarus tiene el potencial de ayudar usar una creciente riqueza de datos sobre migraciones que hasta ahora han tenido un propósito poco claro.

Un potencial riesgo es que la red de sensores podría usarse en seres humanos. “Ese es un problema real”, reconoce el investigador, pero añade que cuida el seguimiento de dónde y cuándo se emplea, sin embargo, ello no la hace a prueba de hackers.

Más allá de los desastres naturales, Wikelski espera que Ícaro pueda monitorear los bancos de peces para regular mejor su alimentación y cría, medir la atmósfera y la temperatura de forma más precisa a partir de los vuelos de las aves y rastrear la propagación del Ebola. “Nunca habríamos esperado que tener un teléfono en un coche en movimiento influiría en cómo enfrentamos el tráfico y nuestras rutas”, dice. “Míranos ahora.”

Noticias

Síguenos en redes