Guionismo y composición musical, las otras facetas de Carlos Ruiz Zafón

Redacción

El escritor Carlos Ruiz Zafón ideó el Cementerio de los Libros Olvidados, un misterioso lugar que aparece en muchas de las novelas de este autor barcelonés de enorme éxito editorial que ha fallecido este viernes a los 55 años en Los Ángeles (Estados Unidos), a consecuencia de un cáncer.

Nacido el 25 de septiembre de 1964 en Barcelona, Ruiz Zafón vivió su infancia en un piso cercano a la basílica de La Sagrada Familia.

Este monumento y su ciudad aparecen en las páginas de sus libros, poblados de dragones, animales mitológicos tan queridos por Ruiz Zafón que contribuyen al aire de misterio y ensueño de su narrativa.

Estudió en el Colegio de Jesuitas del barrio de Sarriá, donde empezó a publicar sus primeras historias, como “(El) laberinto de los arlequines” en su adolescencia.

Interesado por el cine y la producción audiovisual, posteriormente se matriculó en Ciencias de la Información, carrera que no terminó, y empezó a trabajar en agencias de publicidad.

En 1992, tras dejar su empleo, comenzó a escribir la primera novela, “El príncipe de la niebla” (1993), que obtuvo el Premio Edebé de Literatura Juvenil, cuya dotación utilizó para poner rumbo a la ciudad de Los Ángeles, en California (Estados Unidos), donde reside desde 1994 con su familia.

En Estados Unidos ha vivido entregado a la escritura, y no sólo de obras literarias, sino también de guiones cinematográficos. En esta última faceta quedó finalista de la prestigiosa beca que concede la Academia de Hollywood, la Nicol Fellowship.

Como aseguró en una ocasión, para él “el guión es un cubito de caldo y la novela el guiso completo”.

Obra literaria

Su primer libro fue seguido de otras novelas juveniles: “El palacio de la medianoche” (1994) y “Las luces de septiembre” (1995) -que, con “El príncipe”, forman el volumen titulado “La trilogía de la niebla” (2007)- y “Marina” (1998).

Se estrenó para el público adulto con la novela “La sombra del viento” (2001), todo un fenómeno editorial por la repercusión de su éxito: traducida a más de 40 idiomas, publicada en 50 países y con más de 10 millones de ejemplares vendidos en el mundo.

Por “La sombra del viento” -ambientada en la Barcelona gótica y en un imaginario Cementerio de los Libros Olvidados, Ruiz Zafón recibió el Premio Protagonistas de Literatura (2004) y los Premios franceses al Mejor Libro Extranjero (2004) y de los Lectores del Livre de Poche (2006).

Le siguieron “El juego del ángel” (2008) y “El prisionero del cielo” (2011). En 2016 publica “El laberinto de los espíritus”, la cuarta y última entrega de la saga iniciada con “La sombra del viento”.

Además, escribió “Rosa de fuego” (2012), que está ambientada en el siglo XV, origen del legendario Cementerio de los Libros Olvidados.

Ruiz Zafón, el melómano

Amante de la música, el escritor tocaba el piano y hacía música con sintetizadores: “la mayoría de la gente sólo me conoce como escritor, pero antes de dedicarme exclusivamente a la literatura yo había trabajado como músico”, aseguraba.

Zafón era un melómano confeso, hasta el punto de que componía con su teclado para dar alma musical a sus novelas o incluso para ayudarse en pleno proceso creativo.

Parafraseando a su admirado Orson Welles, decía Zafón que “la atmósfera es siempre lo más importante”, y por eso con “La sombra del viento” comenzó a componer esa banda sonora imaginaria de su novela

“Escribo música sin pretensiones, como diversión y también como válvula de escape cuando estoy inmerso en la creación de una novela; y en ambas tareas busco los recursos más eficaces para crear la atmósfera que necesita la obra”, señaló en 2014 poco antes de estrenar la suite “La sombra del viento” en el Palau de la Música.

Lejos de sentirse un profesional, reconoció que la música le servía para “invocar el proceso creativo” durante la escritura de sus obras.

En los ocho movimientos que forman “La sombra del viento” con música para piano, orquesta o vientos, se encuentran, como él mismo reconocía, “resonancias de música impresionista del siglo XX, música barroca o tonos haydnianos clásicos”.

Ruiz Zafón, que vio de este modo en el Palau de la Música colmado uno de sus grandes sueños infantiles, escribía intentando utilizar las mismas condiciones a las que recurre un compositor al crear ritmos, contrapuntos y buscar armonías para trasladar al lector “una atmósfera y un impacto emocional”.

El malogrado escritor se había sentido atraído por la música desde pequeño cuando, por placer, se había comprado y estudiado tratados musicales como la “Armonía de Schoenberg”, e intentaba “buscar pianos en casa de los amigos”, sin ocultar la frustración de “no haber recibido una educación musical”.

“Cuando estoy trabajando en una historia, me gusta escribir música para ella. Escribo pequeñas composiciones para los personajes, para las escenas y las secuencias de las novelas”, explicó Ruiz Zafón en 2016 en la Antigua Residencia de los Embajadores de España, en Washington, poco antes de ofrecer una breve actuación al piano.

“A veces cuando quiero saber lo que significa algo o cuando hay algo que no sé cómo resolver y, creo que es un tema de la textura o de la atmósfera, entonces escribo música”, reveló.

En su propia página web (carlosruizzafon.com), los lectores pueden ahora ‘oír’ sus novelas a través de esa música que ondeaba en las páginas de sus libros, con temas como “El Prisionero del Cielo”, “Bea y Daniel”, “Cuento de Navidad” o “Regreso al Cementerio de los Libros Olvidados”. 

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