La renuncia no basta, claman los libaneses

Redacción

“¡Ha dimitido, ha dimitido!”. Los gestos de celebración estallaron entre los manifestantes libaneses al enterarse de que el primer ministro Ha-ssan Diab y su gabinete presentaban su renuncia. Luego vino la pregunta: “¿Y los demás qué?”.

“Damos un paso atrás para estar con la gente, para combatir con ella por el cambio. Por eso, anuncio la renuncia de este gobiero”, dijo Diab en un mensaje a la nación en el que no dudó en abordar el grave problema que afecta al país y parte de la razón por la que no puede salir de años de crisis.

“Los sistemas de corrupción son más grandes que el Estado” en Líbano, añadió el premier saliente, cuyo gabinete se formó en diciembre de 2019, dos meses después de la renuncia del anterior gobierno de Saad Hariri.

“Algunos no han leído bien la revolución de los libaneses del 17

[de octubre], era contra ellos pero no lo entendieron”, agregó, aludiendo a la ola de protestas que estalló en el país el año pasado en contra del sistema de gobierno corrupto y sectario.

Asimismo, responsabilizó de la catástrofe a la “clase política” que “lucha con todos los medios sucios”, sin referirse a ningún partido o dirigente en concreto.

Sin embargo, la dimisión ya esperada de Diab y su gobierno no calmó las protestas que estallaron tras la devastadora explosión del 4 de agosto que hasta el momento ha dejado 200 muertos y más de 6 mil heridos.

“Lo que ha pasado ahora tendría que haber pasado antes. La explosión mató a gente y por eso dimiten, pero no es suficiente (…) Todo el sistema debe cambiar, empezando por el presidente hasta los diputados”, afirmó Rasha, un joven de 27 años, presente en las manifestaciones de ayer, que dejaron al menos 45 heridos.

Tras el discurso, Diab se reunió con el mandatario del país, Michel Aoun, en el palacio presidencial para comunicarle oficialmente la decisión. Aoun aceptó la renuncia del gobierno, pero le pidió que siga en funciones hasta la designación de otro Ejecutivo.

El Parlamento deberá designar al nuevo premier que, independientemente del partido político que lo avale, deberá ser, bajo las leyes libanesas, un musulmán sunita.

La fase de rescate de sobrevivientes concluyó el domingo, y ahora los esfuerzos se concentran en recoger cadáveres y escombros.

La reconstrucción costará millones. Pero no es el único problema. La destrucción en el puerto que recibe cereales importados, base de la alimentación libanesa, es un golpe durísimo en un país donde la pobreza se ha disparado en los últimos años.

La organización de Naciones Unidas advirtió que está en gran peligro el suministro de alimentos y adelantó que en dos semanas espera poder descargar 17 mil 600 toneladas de harina para que los libaneses no se queden sin pan.

David Beasley, el jefe del Programa Mundial de Alimentos (PMA), recordó que 85% de los alimentos que se consumen en Líbano son importados y que 85% de la harina que entra al país llega a través del puerto de Beirut.

Francia, al igual que otros países, reaccionaron a la renuncia del gobierno pidiendo la formación rápida de uno nuevo que responda a los desafíos del país y aplique las reformas necesarias.

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