Teléfono Rojo

  • Anaya utiliza el sismo para fortalecerse y desplazar a Mancera 
  • Engatuza a Barrales y a Delgado para imponer sus condiciones
  • No ve al jefe de Gobierno como contendiente por la Presidencia

 

 

Ricardo Anaya es un hombre con mucha suerte.

 

Según sus comentarios a familiares y amigos, en todos los sentidos.

 

Su familia vivió feliz en Estados Unidos porque desconfiaba de México, de la escasa seguridad y por supuesto de las pocas garantías a los ciudadanos por el gobierno de Enrique Peña Nieto.

 

En los negocios le ha ido muy bien, como está documentado notarial y periodísticamente, con riqueza suficiente para formar a sus herederos y a muchas generaciones más.

 

En lo político su carrera ha sido meteórica.

 

En pocos años pasó de secretario particular del gobernador queretano Francisco Garrido a ser llamado joven maravilla de la mano luego traicionada de Gustavo Madero.

 

Bajo su conducción fue encumbrado nacionalmente: presidente de la Cámara de Diputados, secretario general del Partido Acción Nacional (PAN), presidente interino azul, coordinador de la fracción panista…

 

Y, como corolario de los dones del chihuahuense, presidente del PAN.

 

Desde esa posición -facultad estatutaria única- incumplió el compromiso de convertirlo en coordinador de la fracción de Acción Nacional en San Lázaro, desde don Gustavo pensaba lanzarse por la candidatura presidencial del PAN.

 

Hoy eso es historia.

 

 

BARRALES Y DELGADO, ENGATUZADOS

 

 

Como dirigente panista, Ricardo Anaya ha encontrado muchos ilusos.

 

De entrada, gran parte de la cúpula perredista.

 

Sus negociaciones con Alejandra Barrales los hicieron coincidir en la necesidad de integrar un frente para evitar la repetición del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la Presidencia de la República.

 

También los une su odio hacia Andrés Manuel López, factor principal de diáspora y debilitamiento del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y quien se postula como impoluto representante genuino de izquierda.

 

Al llamado Anaya se han sentado prácticamente todos los dirigentes de los partidos políticos –Dante Delgado, de Movimiento Ciudadano (MC); Carlos Puente, del Verde Ecologista de México (PVEM); Luis Castro, de Nueva Alianza (Panal)…- aunque no todos confían en él.

 

Ha logrado, sí, tener aliados para el frente a dos: Barrales  y Delgado.

 

Ya se verá más adelante si llegan al final con su mal llamado Frente Ciudadano por México y sobre todo si le entregan la ansiada candidatura presidencial.

 

 

 

Y YA DA POR DESPLAZADO A MANCERA

 

 

A los recelos de perredistas y aliados de Dante Delgado agregue usted un nombre: Miguel Mancera.

 

El sismo y los enormes daños del 19 de septiembre se dieron en el mejor momento y con los mejores beneficios para el panista Ricardo Anaya.

 

Por un lado distrajo a su principal contendiente interno, el jefe de gobierno de la Ciudad de México, y le permitió maniobrar con Alejandra Barrales Dante Delgado para imponer condiciones.

 

Por partes:

 

A la emergencia, Mancera reaccionó de la única forma gubernativa: con acciones para atender a la población y encarrilar la reconstrucción de la principal urbe del mundo.

 

Y cuando surgió la urgencia de entregar recursos de partidos políticos para la reconstrucción, Anaya se ocultó en sus propia propuestas y en la falta de confianza suya en México y sus autoridades para limitar y condicionar apoyos.

 

Así construye su candidatura presidencial… y va bien.

 

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