Repudio en las venas azul y oro

REDACCIÓN

“¡Yo soy…!”, “¡¿Quién?!”, “¡De ar-qui-tec-tura!” , “¡Qué sí, qué no, de ar-qui-tectura!”…

…Y así:

“¡De in-ge-niería!”. “¡De di-se-ño!”. “¡De me-dicina!”. Todos entran en el mambo perezpradero en este desfile, que parece interminable, frente a la Facultad de Ciencias y Políticas y Sociales de la UNAM. Nunca, nunca el Circuito Universitario, fue pisado por tantos estudiantes al mismo tiempo. Todavía parece muy aventurado llamar a este río del espíritu movimiento estudiantil. Es, eso sí, una repuesta categórica de la comunidad estudiantil de todos los niveles, posgrado, licenciatura y, desde luego, bachillerato contra la inseguridad –entre otras quejas– que azota a los planteles de la universidad más poblada de América Latina.

Si un extranjero quisiera cobrar dimensión de la población que habita esta enorme ciudad dentro de la ciudad: tendría que pararse aquí durante dos horas. Desde mucho antes de las 13:00 hora en la que fue pactado el comienzo de la marcha, el circuito Mario de la Cueva ya estaba plagado de contingentes de todos los rincones de la que llaman –aquí no entra el lugar común- la Máxima Casa de Estudios de México. La estación Ciudad Universitaria del Metro era una colmena que gritaba: “¡¿En dónde están, en dónde están…?!” Y luego del coro: “¡Los vigilantes que nos iban a cuidar!”. Los cientos, afuera miles, preguntaban dónde estaban los contingentes –muy improvisada pero atinada la organización de la marcha– de la Prepa 6, de CCH Vallejo o de la FES Acatlán.

No había sentimiento de caos. No. Había una idea clara del poder muscular de los muchachos, hartos de la ausencia de respuesta de las autoridades sobre los acontecimientos del lunes en los que un grupo de infiltrados golpeó a los jóvenes que se solidarizaron con sus compañeros del CCH Azcapotzalco. Las venas de la UNAM estaban abiertas. Y era mucho coraje –disfrazado de esa frente y de esa boca distinta que da la edad temprana– lo que dejaba el río de la muchedumbre. El 5 de septiembre de 2018 será recordado como el día en el que, entre el cóndor y el águila, la raza desbordó las islas.

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