Lindsey Vonn, fénix de la nieve

REDACCIÓN

Que saliera de la pista caminando fue un milagro. “Sentí como si me golpeara un camión”, dijo Lindsey Vonn a la prensa después de su brutal caída en el Supergigante del Mundial de Suecia en febrero pasado. Una prueba en la que cualquier desliz puede ser mortal, a una velocidad de descenso de hasta 150 kilómetros por hora.

“Estoy demasiado vieja para esto”, añadió, aún sin conocer las consecuencias del impacto en un cuerpo de 34 años que resentía lesiones graves de tiempo atrás.

La Alegría de la nieve, ese rostro que ocupa portadas de moda y exhibía en Instagram una sonrisa demoledora en cada una de las rehabilitaciones con las que resurgió siempre y contra todo pronóstico, vivía su última caída. Con las rodillas destrozadas, Lindsey se retiraba del esquí alpino para siempre.

La batalla que dio antes de tomar tal decisión no fue menos heroica que su palmarés: 82 victorias en Copa Mundial; sólo cuatro abajo del récord absoluto que ostenta el sueco Ingemar Stenmark.

Habiendo crecido en una familia de esquiadores, no resulta extraño el lugar que Lindsey Vonn alcanzó en el deporte. Su padre, Alan Kildow, esquiador profesional, la llevó de la mano desde que tenía siete años. Se mudaron de Minnesota a Vail, Colorado, y con 16 años, Lindsey debutó en la Copa del Mundo. Un par de años más tarde participaba en los en los Olímpicos de Invierno de Salt Lake City (2002).

El punto final a esa carrera impecable de 18 años fue el bronce en la prueba de descenso en el pasado Mundial de Esquí Alpino de Are, Suecia. Su accidente en esa competencia adelantó el retiro que ya en enero había anunciado para diciembre de este año. El dolor en sus rodillas era insoportable.

Poco antes, en noviembre de 2018, otra caída desastrosa le reventó un ligamento de la rodilla izquierda. Urgía operar, pero por sus compromisos para reunir fondos para la fundación que lleva su nombre, lo evitó. Compitió en Are con metales en ambas piernas. “Como pospuse la operación tuve un daño mayor. Me rompí el menisco y necesité una condroplastía en la rótula”, escribió en su Instagram tras la cirugía que se realizó en abril pasado.

Su rodilla derecha también está dañada de manera permanente después de que una caída en Schladming, Austria, la mandara al quirófano en febrero de 2013. Los especialistas dudaban que continuara como la número uno del mundo, incluso que volviese a competir. En seis meses esquiaba de nuevo, sólo para volver a caer y levantarse: en un entrenamiento en Colorado ese mismo año, volvió a lesionarse la rodilla derecha. Quedó fuera de los Olímpicos de Sochi.

Al otorgarle, ayer, el Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2019, el jurado destacó, con razón, algo más que su trayectoria: “su capacidad de superación ante la adversidad”, dijo Abel Antón, presidente del órgano calificador. “(Es un) ejemplo de deportividad”.

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