Los hijos por Ayari Velázquez

Mi padre amaba dos cosas en la vida:

 La primera era creer con una devoción hasta perversa que era un excelente padre, que  el destino lo había preparado desde hacía tres vidas pasadas para serlo; que ser padre era sinónimo de sacrificio, austeridad y sangre.  Que ser padre era  la vocación para la cual fue engendrado.

La segunda eran aquellas cosas viejas y oxidadas o nuevas e impecables, que él podía siempre mejorar. Los mejores lugares para encontrar algunas piezas para entretener sus creativas manos eran los yonkes  y las casas de empeño. Entonces dejaba de ser padre para transformarse en  Alquimista de Quimeras.

Mi madre amaba dos cosas en la vida:

La primera éramos nosotros, sus hijos. Los hijos que  prometió a mi padre, los hijos que la mantenían entretenida, los hijos que le daban el pretexto perfecto para dejar de ser lo que ella quiso ser antes de nosotros, los hijos que la mantenían atada al Alquimista de Quimeras, los hijos que la mantendrían lejos de la soledad.

La segunda, era el sueño en el que no era madre nunca y era libre siempre. “Los hijos son como un cáncer decía ella, como un cáncer que crece, permanece y te va matando poco a poco. Como ustedes” Dijo alguna vez en el delirio.

 

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