Aylan Kurdi, el rostro del drama migratorio de Europa

Redacción

Aylan Kurdi sólo tenía tres años, pero sabía lo que era el miedo. Huía, con su familia, de la guerra en Siria, pero se encontró con la muerte. La imagen de su cuerpo, en una playa turca, se convirtió en el símbolo de la crisis de refugiados que vivió la Unión Europea hace cinco años.

Aylan vivía con su madre Rehan, su hermano Galip y su padre Abdulah, en la ciudad siria de Kobani, que sufría el asedio del Estado Islámico, y  bombardeos constantes por los enfrentamientos del EI con las milicias kurdas.

Tima, hermana de Abdulá, le envió 4 mil 300 euros para que huyeran. La idea era que viajaran en patera desde Turquía a Grecia, y de ahí irse a Canadá, donde Tima vivía.

Aylan –en realidad su nombre era Alan- y su familia fueron parte del más de un millón de personas que buscaron llegar a Europa por mar aquel 2015. Partieron de la localidad turca de Bodrum, en dirección a la isla griega de Kos. Iban dos botes juntos. Era el 2 de septiembre de 2015.

“Después de alejarnos unos 500 metros de la costa, empezó a entrar agua en el bote… A medida que subía el agua, cundía el pánico. Algunos se pusieron de pie y el bote volcó”, contó Abdulah posteriormente. Él sostenía la mano de Rehan, pero no logró salvarla. Aylan, Galip, de cinco años, y Rehan, de 35, se ahogaron. Ninguno llevaba chaleco salvavidas.

Abdulah fue hallado inconsciente. Un total de 12 personas perdieron la vida en aquel naufragio.

El cuerpo de Aylan llegó a la playa turca. La fotógrafa turca Nilüfer Demir lo captó, boca abajo, con su playera roja, sus pantalones cortos azules, enterrado en la arena.

Cuando Tima se enteró, quiso castigarse. “Me di una bofetada y tiré de mi cabello. Quería hacerme daño”, contó en un libro que escribió sobre aquella historia, The Boy on The Beach. My family’s Escape from Syria and Our Hope for a New Home (El niño en la playa. El escape de mi familia de Siria y nuestra esperanza de un Nuevo Hogar). Tima se sentía culpable por lo ocurrido.

Aylan, su madre y su hermano fueron enterrados en Kobani el 4 de septiembre de 2015. Hubo homenajes en distintas partes del mundo. Un barco fue nombrado en su honor.
Abdulá, quien actualmente vive en Erbil, en Irak, se ha dedicado a proteger a niños como sus hijos.

“Hoy vivo para ayudar a los hijos de los refugiados”, contó el año pasado al diario italiano La Repubblica. No hay un solo día, dijo, que no recuerde a su familia. Y aún llora al ver a un niño con camiseta roja.

Entre 2014 y 2018, más de mil 600 niños murieron o desaparecieron al tratar de llegar, solos o con sus familias, a un lugar donde pudieran tener una vida mejor, de acuerdo con estadísticas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
 

El 2 de septiembre de 2015 el cadáver de Aylan, descubierto en una playa turca, conmociona al mundo.

El triste destino de este niño sirio de 3 años se convierte en el símbolo de la crisis migratoria en Europa: afganos y sirios dispuestos a todo para llegar al Viejo Continente, europeos que retrasan la toma de decisiones y un mar Mediterráneo convertido en cementerio de migrantes.

Cinco años después, ¿cómo viven los migrantes de 2015? ¿Cuál es la política de acogida de Europa? ¿Qué rutas toman los migrantes hoy para llegar a Europa?
 

En 2015 Europa acogió a más de un millón de personas que huían de la guerra y de la pobreza. Cinco años después de la llegada récord de refugiados, la UE ha reforzado el control fronterizo, aunque es partidaria de una política de asilo eficaz.

La crisis migratoria “no era inmanejable”, pero “dejó a la vista los defectos estructurales de Europa y sus divisiones políticas”, resume a la AFP Marie De Somer, experta del Centro de Política Europea.

Bajo presión, el sistema de asilo europeo, cuya piedra angular es el reglamento de Dublín, que determina que el primer Estado de la UE a través del cual entró el solicitante es el que debe tramitar la solicitud, ha estallado por el peso que supuso sobre todo para Grecia o Italia.

Al comienzo de la crisis, las imágenes de migrantes que cruzaban Europa y la muerte del niño sirio Aylan Kurdi en una playa de Grecia suscitaron una gran consternación.

En 2015, Alemania acogió a casi 900.000 solicitantes de asilo, en su mayoría sirios, y, después, países poco acostumbrados a la inmigración como Austria y Suecia abrieron las puertas.

Ante la urgencia, a petición de Berlín, la UE estableció “cuotas” para distribuir a los solicitantes de asilo entre los 28. Pero este plan de “reubicación”, inicialmente previsto para 160.000 personas, se ha quedado prácticamente en letra muerta.

El impulso inicial de solidaridad chocó con la fuerte oposición de los países de Europa central, en particular de Hungría, dirigida por Viktor Orban, y el auge de los movimientos populistas.

Sin un consenso europeo, “el espacio Schengen se ha debilitado mucho, con el restablecimiento de controles en varias fronteras” interiores, recuerda un alto funcionario francés.
Las diferencias entre las legislacions y la posibilidad de que las personas rechazadas soliciten asilo en otro país han llevado a algunos migrantes a errar dentro de la UE.

Además, “las leyes nacionales se han endurecido: algunos Estados han reducido los derechos de los refugiados, han restringido la reunificación familiar, otros han reforzado las condiciones para conceder asilo”, recuerda el alto funcionario.

En Francia, donde los campamentos de Calais y París se vuelven a formar a pesar de que en cinco años se han duplicado las plazas de alojamiento, “sobre todo se ha tratado de acelerar la tramitación de las solicitudes para rechazar rápidamente las infundadas”, apunta.

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